Lo cuentan las voces cercanas y lo cuentan también aquéllas que han logrado despojarse de sus cadenas, pero que ya no deambulan por estos parajes: hubo un tiempo en que pensar efectivamente era un derecho.
Hubo un tiempo en que uno podía ver, si es que tal percepción existe, el color que emanaba de esos pensamientos. Y no sólo el color; hubo un tiempo en que uno podía verlos reunirse con otros pensamiento y oírlos dialogar entre ellos. Algunos afortunados cuentan, desde la comodidad de sus hogares
Otros cuentan haberlos visto pasar por el costado intercambiando opiniones y disgustándose por lo que estaba sucediendo. "Por allí los vi pasar", cuenta un testigo. "Pero iban muy enojados; se les notaba la rabia en los ojos", continuó. La indiferencia contrastaba grotescamente con lo vivido.
Hay quienes compartieron con ellos en la lucha diaria. Pero ya de ellos quedan muy pocos, y han sido incapaces de legar esta leyenda a sus sucesores. Sin embargo, aún los recuerdan enarbolando ideologías al viento; aún los recuerdan blandiendo apasionadamente sus argumentos e izando las banderas de la razón; aún viven entre ellos los recuerdos de los pensamientos y las ideas marchando por las calles de la ciudad, ocupando cada rincón de nuestros atrofiados cerebros y ofreciéndonos su desinteresada ayuda para escapar de las jaulas en las que nosotros mismos hemos decidido vivir.
Y hay quienes han logrado escapar de sus celdas autoimpuestas, y han decidido emprender la marcha para despertar del letargo a otros camaradas, compatriotas y compañeros. Hay quienes conviven con todas aquellas sensaciones y se hacen parte de un mundo que alguna vez fue, y que está, poco a poco, volviendo a ser.
Porque esto que tenemos hoy no es Chile; es un remedo de lo que alguna vez fuimos, y un mal chiste de lo que alguna vez quisimos ser.
Pero no sé, estoy cómodo en mi cama, con mi conexión a internet, mi smartphone y mi reality... ¿Para qué? ¿Para qué ver esos colores y oír esas conversaciones? ¿Para qué participar de ellas, si tengo mi control remoto al alcance de la mano para cambiar el canal y ver las últimas noticias? Tengo todo lo que necesito, y me lo he ganado. Si alguien quiere lo mismo, entonces que haga como yo y alcance la comodidad.
¿Para qué ser yo el color y la voz de las ideas, si 17 millones pueden serlo por mí?
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